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     Nací y he vivido toda mi vida en los barrios populares del sur de Bogotá, durante todo este tiempo el caminar por sus calles y apreciar su estética cotidiana ligada a un funcionamiento social ha alimentado mi interés por buscar maneras de expresar por medios plásticos, pictóricos o figurativos la traducción formal de lo que yo siempre he visto como un tejido social reflejado en estructuras arquitectónicas, cuestiones que el transeúnte de una ciudad densamente poblada rara vez se detiene a apreciar en busca de alguna cualidad estética inmersa en la superficie de ese caos cotidiano.

     Mi experiencia personal entorno a esos factores y sus resultados puede describirse por mi participación y la de mi familia en esos procesos de formación de barrios de los que hablo, ya que, como en muchos otros casos, mis padres llegaron desde un punto diferente del país a un territorio en las márgenes de la ciudad de Bogotá, un sector que se encontraba en proceso de invasión como la primera fase de los incipientes barrios populares en localidades como Ciudad Bolívar, Tunjuelito, Usme, Bosa y Kennedy; siendo este el contexto donde yo nací.

 

     El modo de ocupación de esos terrenos tenía una razón común para todas las personas que los habitarían: una gran mayoría de población provenía de otros departamentos del país movida por el desplazamiento forzado o la simple migración en busca de mejores oportunidades de vida. Una vez instaladas, ciertas comunidades con el tiempo fueron creciendo en población y por tanto en ocupación de lotes que muchas veces eran vendidos por precios accesibles para familias que no tenían donde vivir, como resultado de ese crecimiento y la necesidad de control, así como de gestión que éste conllevaba, se empezaron a formar Juntas de Administración Local (JAL), consecuentemente la instauración de nuevos barrios.

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